Ariel Atamañuk: Su fortaleza traspasa

Jesús María. 

Después de aquel fatídico día en el que la desgracia lo puso a prueba, el joven Cabo de Gendarmería Nacional Ariel Atamañuk, ha demostrado ser un verdadero hombre de hierro. 



La primera vez que tuve contacto con él acababa de llegar desde Córdoba Capital, después de un mes de internación, de haber perdido sus dos piernas y de saber que le tocaba empezar de cero, una nueva vida, me abrió las puertas de su casa sin dudarlo.
Su esposa, Viviana, que siempre tiene en el rostro una sonrisa de amabilidad interminable, me dijo que regresara al día siguiente, pero al enterarse que estaba allí, Ariel de inmediato quiso recibirme.
Yo había escrito sobre su accidente, él seguramente leyó aquellas letras cargadas de muerte, sangre y dolor.
Ese día nos conocimos personalmente y sus primeras palabras fueron contundentes: "No me preguntes nada sobre el accidente".
Así fue. Charlamos largamente, en su habitación, sobre su recuperación y sobre las ganas que tenía de volver a caminar.
Mis ojos no pudieron disimular la emoción y se inundaron de lágrimas que traté de contener con todas mis fuerzas, pero fracasé enormemente.
Ariel había perdido sus dos piernas, pero sin embargo habló con una entereza que sólo un hombre de hierro podía tener, sólo un corazón enorme era capaz de semejante hazaña.
Lo saludé con un beso, porque necesitaba expresarle de alguna manera ese cariño que me surgió al momento de escucharlo. No era lástima, era admiración por un ser que a pesar de su desgracia, tenía más proyectos que yo y que muchas personas que conozco, que se empantanan en quejas inútiles y superfluas.
Pasaron varias semanas y el destino quiso que regresara nuevamente a visitarlo, pero esta vez sólo como un nexo entre Ariel y los dos médicos que lo asistieron en el momento del accidente.
Diego Ávila Sosa y Néstor Edelstein respondieron a un llamado que el propio Ariel hizo desde su cama de convalecencia.
Fue un momento inolvidable: el paciente agradeciendo a esos dos ángeles guardianes que por una casualidad del destino, o no, pasaron por el lugar del siniestro y frenaron para prestar colaboración.
La labor que hicieron en medio de aquella lluviosa mañana, frenando la caudalosa hemorragia producto de la amputación, fue crucial para que Ariel pudiera llegar con vida al Hospital Regional Vicente Agüero, donde el equipo médico hizo el resto.
"Ahora sé que los milagros existen", me dijo la primera vez que nos encontramos... claro, él es un milagro.
Pero yo creo que Ariel es más que eso, es humanidad, es fuerza, es paz, es voluntad, es amor puro.

Dedicado a Ariel Atamañuk, un amigo.

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